domingo, 12 de noviembre de 2023

PARÁBOLA INSOLIDARIA

La parábola de las diez doncellas que acabamos de leer es una de las llamadas “parábolas de la vigilancia” porque su tema es la vigilancia para esperar la venida plena de Jesús. Todos los comentarios que conocemos la explican así: hay que estar en vela esperando la manifestación plena de Jesús.

Pero a nada que la leamos con un poco de reflexión, rápidamente nos surge una pregunta: ¿No habría estado bien que las doncellas que tenían aceite lo hubieran compartido con las que no tenían? ¿No es más importante la solidaridad que la vigilancia de una supuesta venida? ¿No insiste el evangelio, por activa y por pasiva, en el socorro al necesitado, en el amparo al frágil? Es posible que a la mentalidad antigua la solidaridad no le sea evocadora más allá de un socorro limosnero al pobre. ¿Pero no habría sido más elocuente aunarse en la espera compartiendo con todas las consecuencias lo que se tiene?

Hoy nosotros lo tenemos claro: la propuesta de Jesús encierra el componente de la solidaridad, de tal manera que para ser seguidor suyo es imprescindible ser solidario. El valor humano de la solidaridad es, a la vez, un valor básico de la fe. Esto parece cosa probada. Necesitamos un tratamiento continuo de este valor que contrapese el egoísmo que nos compone.

Nunca sabremos del todo si esta parábola de las diez doncellas salió de la boca de Jesús o no. Pero, por más que se valore el estar en vela, esta narración chirría con el evangelio. Queremos creer que podría haber sido dicha desde la solidaridad, porque no otra cosa es el amor al hermano del que habla reiteradamente el mensaje de Jesús.

De cualquier manera, si queremos medir el vigor de nuestra fe, la verdad de nuestro ser cristiano, miremos a nuestro nivel de solidaridad: ¿es alto? Vamos bien. ¿No lo es? Hay que revisar nuestra pretendida fe.

Fidel Aizpurúa, capuchino

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