Las opiniones son múltiples y por ello hay quien dice que los valores de las bienaventuranzas son valores negados por la sociedad, que ya no hay quien, con sensatez, pueda proponer un plan de vida con tales valores. Pero no es así: a nada que se escarbe en el hecho social y personal, los valores de las bienaventuranzas están ahí: el interés por las pobrezas, la mansedumbre, el corazón pacificado, la sed inapagable de justicia, la pregunta por las heridas, el milagro de la amabilidad, etc., puede que reciban una negación de inmediatez, pero como decimos, escarba un poco y los tendrás ahí.
Nosotros queremos entender las bienaventuranzas como una suerte. “Tienen suerte…”, así comienza la versión que hoy os ofrecemos. No es una obligación ni una imposición, sino una suerte. Por eso mismo, ser seguidor no es una opción religiosa, sino una suerte en la vida, una posibilidad que se te ofrece, un camino que se abre delante de ti. La suerte de empezar a vivir algo distinto, algo nuevo y hermoso, algo que seduce. Escuchemos hoy otra versión de las bienaventuranzas:
- “Tienen suerte quienes se van acercando a las pobrezas, porque esos llegarán a intuir cómo funciona el Dios de Jesús”
- “Tienen suerte quienes mitigan sufrimientos porque a ellos también los consolarán”
- “Tienen suerte los menores porque llegarán a una tierra de igualdad”
- “Tienen suerte los sedientos de justicia porque su sed va siendo apagada”
- “Tienen suerte los que ayudan porque su debilidad será su fortaleza”
- “Tiene suerte los que sacan el mal de su corazón porque su manera de ver la vida cambiará”
- “Tienen suerte los artesanos de la paz, porque Dios los mira como a hijas e hijos”
- “Tienen suerte quienes viven con fidelidad, porque gozarán del amparo del Dios fiel”
Fidel Aizpurúa, capuchino
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