martes, 18 de noviembre de 2014

CUANDO LA VIDA TE REGALA PASTILLAS DE SABIDURÍA

   Las caminatas en la montaña son muy productivas en todos los sentidos. Haces ejercicio físico, te encuentras con la naturaleza, contemplas mucha belleza, descubres un poco más a las personas con las que vas y disfrutas mucho de ellas.
   Pero de vez en cuando, en estos lugares, se te regalan pequeños o grandes descubrimientos. Son como pastillas de sabiduría que se te ofrecen, como flashes que te descubren una forma de ver las cosas que no tenías, un secreto que la vida te había escondido hasta entonces.
   Este verano caminando por Benasque contemplamos desde una ladera un bosque de pinos con infinidad de árboles muertos, caídos. Apareció un sentimiento de pena al ver tanto árbol muerto y al no poder aprovecharse para madera. Una compañera de camino nos explicó que había leído en un panel informativo de un parque natural, que esa madera muerta aparentemente inútil no lo es tal, sino todo lo contrario. Es esencial para la vida del bosque porque supone un elemento básico para el ciclo de la vida de éste. Muchas especies tanto animales como vegetales dependen para vivir de estos árboles muertos: musgos, líquenes, hongos, insectos, aves, mamíferos, anfibios, reptiles.
   Caímos en la cuenta de que lo que parecía inútil y muerto, era generador de vida, era la compañía necesaria que animaba la vida desde su apariencia inerte. Parecía ésta, una forma de funcionar de la vida, un mecanismo propio de todo lo viviente, de todo lo fallecido. Y me vino a la cabeza la gente cercana que también ha muerto y me di cuenta que ellos también podían estar acompañándonos y alentando nuestra vida, cuidando nuestra existencia, animando, apoyando nuestro devenir diario. Y se instaló en mí, un sentimiento de paz, de agradecimiento y de profunda compañía, al saberme cuidado por mi abuela, por mi padre, y por otras muchas personas que han dejado esta forma de existencia. Es lo que algunas veces decimos: “desde arriba estarán mirándonos y seguro que nos echan una mano”, la comunión de los santos técnicamente hablando. Ya nos lo dijo Jesús: “Os aseguro que, si el grano de trigo caído en tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12, 24).
Javi Morala, capuchino


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