martes, 10 de marzo de 2015

CUIDAR LA FRAGILIDAD

El Papa Francisco, en su texto "La alegría del Evangelio", dedica todo un apartado (nºs 219-216) al tema de “cuidar la fragilidad”. Dice que esa y no otra ha sido la actitud de Jesús y que por ello “los lentos, débiles o menos dotados” han de tener un sitio en el hecho social. Pondrá ejemplos concretos: los migrantes, la trata de personas, las mujeres excluidas, los niños por nacer, la misma creación. Dice en el nº 216: “Pequeños pero fuertes en el amor de Dios, como san Francisco de Asís, todos los cristianos estamos llamados a cuidar de la fragilidad del pueblo y del mundo en que vivimos”.
   Cuando llega la Cuaresma se escucha en ámbitos cristianos que es tiempo de conversión. Pero, dejado en la inconcretez, el aviso no cobra perfiles de vida y se diluye. ¿Y si entendiéramos la conversión este año como un compromiso más evidente de cuidar la fragilidad propia y ajena? ¿Y si midiéramos nuestro nivel de conversión por el nivel de nuestro cuidado? ¿Y si los frágiles sociales, cercanos y lejanos, ocuparan un poco más de espacio en nuestro horizonte vital? Esa sí que sería una conversión interesante, asentada en el cimiento de lo humano y, a la vez, altamente espiritual.
   Y si vivimos la Cuaresma de este año bajo la ética del cuidado, la Pascua habría que vivirla en la certeza del cuidado de Jesús Resucitado a nuestra existencia. Si estamos cuidados por él, la posibilidad de que nosotros nos cuidemos aumenta. Jesús es nuestro gran Cuidador, el más interesado en nuestro bien, en nuestra dicha. Desde ahí el tiempo de Pascua puede ser entendido y vivido como un tiempo de alegría honda y de sosiego.

Fidel Aizpurúa, capuchino


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario