miércoles, 24 de marzo de 2021

CUANDO EL ESPÍRITU TOCA EL ALMA

Nos está tocando vivir épocas de grandes incertidumbres en muchos ámbitos: sanitario, económico, social… También en lo espiritual. Nunca antes habíamos conocido tal pluralidad de ofertas de espiritualidad. Siendo importante estar abiertos a dimensiones más allá de lo material, de lo controlable por las ciencias humanas, también es cierto que incluso lo espiritual lo podemos vivir como producto de nuestro trabajo. Dicho en una frase: “yo me lo guiso, yo me lo como”. Pero así, nos perdemos la gran novedad de la verdadera espiritualidad: la apertura a Él.

Los testimonios dicen que Dios irrumpe misteriosamente en la vida de la persona. Esta irrupción no es fruto de ninguna preparación, sino de una apertura arriesgada a su posible presencia. Es esa sed profunda que somos, que nada la puede llenar y que se expone a lo inesperado. Y de un modo callado para todos, menos para el sujeto, Dios irrumpe discretamente en la vida de la persona. Es algo que sorprende y que lo invade todo, porque se da en lo más hondo, allá donde comienzan a tomar cuerpo todas las otras dimensiones de la persona. Es el Espíritu que ha tocado el alma.

Este suceso, nada programado, empuja a buscar ámbitos de silencio y oración para darle cauce a Él en nuestra vida; pide callar para poder “escuchar” a alguien distinto a uno mismo. Se dice que arde el corazón, que alienta la libertad como nada antes, que nos da forma nueva; se habla de un amor que estructura absolutamente todo… Y por otra parte, no nos evade del mundo, sino que nos inserta en él como nunca antes, pero totalmente renovados, de un modo libre y generoso abierto a todos; en medio del mundo. Nuestra cripta interior está habitada por el Espíritu.

Se habla de hombres y mujeres nuevos, porque han sido tocados por Dios.

Carta de Asís, marzo 2021

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