jueves, 11 de marzo de 2021

PERSUASIÓN AMOROSA O CÓMO ACTÚA DIOS

Estando con las reflexiones que planteaba en el artículo del 11 de febrero de 2021, me encontré un texto de un catedrático de la Universidad de Sidney y profesor de Genética - Charles Birch - que decía algo parecido, y me sentí que no era un extraño con ideas particulares, queriéndome hacer un Dios a mi medida. Decía así: “La naturaleza de la actividad divina en el universo no es otra que la persuasión amorosa. Cobré clara conciencia de que los conceptos de omnipotencia y gobernante divino no son aplicables ya; antes bien, el amor persuasivo es el único poder que cuenta. (…) Dios actúa en tanto en cuanto es sentido por sus criaturas, ya sean estas, protones o personas. Como amor persuasivo, Dios confronta sin cesar al mundo con las posibilidades de su futuro”.

Nosotros, desde nuestra libertad, podemos decidir si actuamos movidos por ese amor o nos dejamos llevar por nuestros intereses egocéntricos. Dios nos ofrece toda su fuerza para cambiar el mundo, pero no lo hace “pasando por encima” de la realidad, contra la libertad humana, la creación o las leyes naturales; sino que actúa incorporando su amor al mundo, a cada criatura, contando con cada ser humano: somos nosotros los que podemos acoger ese amor y transformar la historia, haciendo presente a Dios mismo en este mundo: “Tuve hambre y me diste de comer” (Mt 25). El mismo Jesús vincula el “Reino de Dios” –es decir el espacio o el tiempo donde actúa Dios- con el cambio de vida de cada uno y también lo vincula con adhesión personal a su Buena Noticia. Lo hace cuando anuncia: “está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1, 15).

Entonces ¿todo actuar de Dios es a través de las personas? Ya dijimos que también es el que sostiene el mundo, el que da vida -con su aliento- a cada criatura y a cada elemento que existe. ¿Entonces, aparte de mantener la creación, Dios no actúa sino a través de las personas? Creo que muchos tenemos experiencias que nos dicen que hay algo más. En algunas ocasiones ocurre que actuamos siguiendo las palabras de Jesús y suceden cosas inesperadas que podríamos llamar providencia. Ya hace muchos años, la pastoral juvenil de los capuchinos estábamos arreglando una casa en Montañana, cerca de Zaragoza. Allí cada uno aportaba lo que podía, y entre todos se iba reparando, con muy poco dinero porque no lo teníamos. Además de que había un ambiente maravilloso, de pronto nos decían que nos regalaban toda la madera para el suelo de las habitaciones, o que nos prestaban - sin cobrarnos nada- una máquina que necesitábamos. Es decir, además de toda la transformación personal que supone el abrirse al Espíritu de Dios, también cuando nos fiamos del Padre hacemos real en el hoy el Reino de Dios, es decir generamos una dinámica de amor. Y en esa dinámica del Reino suceden cosas que no son explicables, pero que creo que tienen que ver con que dejamos que Dios actúe entre nosotros, de alguna manera le damos cancha. Es como que Dios no se impone, sino que pide que le abramos la puerta para poder actuar entre nosotros: hasta ese extremo llega la libertad que nos da. Por eso no es que Dios actúe en compensación de nuestro ser buenos o porque hemos rezado mucho, sino porque le dejamos espacio para que él se haga presente: es el “hágase” de María.

¿Y entonces, Dios no actúa si no le dejamos espacio? Pues sí, ya hemos dicho que el Creador nos agasaja con la vida en cada momento y la llena de regalos. Pero no sólo eso, sino que nos acompaña, nos comprende, nos consuela, nos impulsa, nos corrige, nos orienta, nos descarga, nos ofrece otra oportunidad, nos cuida, nos da esperanza, nos descansa… ¡Qué suerte tenemos!

Javi Morala, capuchino

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