domingo, 28 de marzo de 2021

ECOEVANGELIO: ENTREGARNOS Y SERVIR AL FLORECIMIENTO DE TODA FORMA DE VIDA

Hace algunos meses leía planteamientos inverosímiles acerca de cómo enfrentar los efectos de la crisis climática, en concreto me detenía en la propuesta de algunos economistas al afirmar que, el fin de las abejas es un bien, porque nos obligará a la polinización mecánica por un ejército de robots polinizadores, cosa que ya sucede en China pero con mano de obra humana, la de los pobres. Otra propuesta encontrada era la de fabricar un alga capaz de absorber el CO2 (G. Giraud). La agenda oculta de estas propuestas, bien lo sabemos, no es la preservación de la vida sino la apuesta por la tecnociencia aliada a una economía basada en la producción y consumo ilimitado (cf. LS 34). Jugar a ser Dios, con esa pretensión de sustituir una belleza irremplazable e irrecuperable por otra creada por nosotros (cf. LS 34) es una forma perversa de querer suplantar a Dios con consecuencias nefastas para todas las formas de vida que compartimos este planeta.

En el Evangelio de este domingo descubriremos dos elementos contrastantes: Jesús es aclamado en su entrada a Jerusalén y al mismo tiempo vive el drama de la pasión. Juan nos cuenta que el signo de entrar a la ciudad montado sobre un borrico no fue comprendido por sus discípulos, porque «no llega en una suntuosa carroza real, ni a caballo, como los grandes del mundo, sino en un asno prestado» (Benedicto XVI). Este signo mesiánico los discípulos solo lo comprenderán a la luz de la crucifixión (Jn 12,12-16). Nosotros, también como los discípulos podemos quedarnos en esa especie bipolar de creer: aclamar a Jesús en su grandeza, pero no asumir el significado de esta exaltación en nuestro seguimiento. La primera lectura (Flp 2,5-11) nos da pistas para profundizarlo. Pablo invita a tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús, “el cual, siendo de condición divina no consideró codiciable el ser igual a Dios. Al contrario, se despojó de su grandeza, se humilló, y se hizo obediente hasta la muerte en la cruz (cf. Flp 2, 6-8). Según R. Guridi, Jesús no renuncia a su igualdad con Dios, pero no la utiliza para su propio beneficio o para obtener ventajas. Jesús muestra con su vida que la igualdad divina significa, en última instancia, donación y entrega de uno mismo. En contraste a la opción de Jesús, en el Génesis, encontramos la tentación de suplantar a Dios, lo que destruye la armonía entre el Creador, la humanidad y todo lo creado (cf. LS 66). El abajamiento de Jesús renueva y da plenitud a toda lo creado porque Dios reconoce su entrega y lo exhalta haciéndolo Señor de toda la creación (cf. Flp 2, 9-11).

El mensaje del EcoEvangelio de este domingo quiere invitarnos a mirar a Jesús en su abajamiento y entrega hasta la cruz y desde ahí ubicarnos en nuestro rol y lugar en el mundo. No pretendamos ser como Dios, o en todo caso, creer que tenemos súper poderes para intervenir en el mundo, don de nuestro Creador. Laudato si’, nos dirá: «No somos Dios, la tierra nos precede y nos ha sido dada» (LS 67). Alterar la armonía existente en nuestro mundo nos pasará una factura muy alta que quizás nunca podremos pagar. Si bien hemos de asumir nuestro rol de administradores en la Casa común, no podemos sacar provecho de ello y destruir lo que nos ha sido dado. Con nuestra inteligencia, sabiduría y corazón hemos de entregarnos y servir al florecimiento de toda forma de vida. Esto presupone estar libres interiormente, de otra manera es difícil superar la voracidad que arruina el mundo. La libertad interior nos la da Dios. Si dejamos que Él nos habite podremos ir más allá del solo “administrar”; contemplaremos nuestro mundo con actitud agradecida y alabaremos a nuestro Creador que vive entre nosotros y en lo que nos rodea (cf. LS 225).

Hna. Gladys de la Cruz HCJC

No hay comentarios:

Publicar un comentario