jueves, 15 de abril de 2021

¿QUÉ DICEN LOS EVANGELIOS SOBRE EL MATRIMONIO?

Más allá de matices que luego haremos, y más allá de no tener la certeza de que Jesús fuera célibe o casado (sociológicamente se tendería a lo segundo), los evangelios hablan poco del matrimonio como realidad social. Se acepta y punto. Probablemente Jesús acepta lo que dice la Torá: hay que mantener el matrimonio excepto en casos de promiscuidad manifiesta. Pero también se enfrenta a la banalización del divorcio, cosa que siempre puede darse. En cualquiera de ambos casos, el tema de la indisolubilidad queda lejos.

Todo este asunto habrá que enmarcarlo en el más amplio de la nueva relación que postula el reinado de Dios. La relación matrimonial habrá de vivirse como buena relación, como proceso humano de relación procurando que no solamente el amor no se acabe, sino que llegue al nivel de dicha humana que se propone a toda relación.

  • Sin magnificar el envoltorio histórico de la escena de las bodas de Caná (Jn 2,1ss), puede ser un indicio de algo básicamente humano en la vida de Jesús: ha participado en ceremonias nupciales como todo ciudadano, por humilde que fuera (los pobres siempre han celebrado sus bodas). Partícipe de los pros y contras de una relación conyugal.
  • El estrambótico planteamiento de la resurrección que hacen los saduceos con el episodio de la mujer que tuvo siete maridos (Mc 12,18-27) plantea con crudeza el secular dominio del hombre en la relación matrimonial: “¿De quién será?”. La mujer como propiedad del hombre, lo que rompe la simetría necesaria para toda relación. Jesús deshace ese equívoco para el más allá; no hubiera estado mal que lo hubiera desecho para el más acá (como creemos que lo hace en Mt 19,1-12).
  • En el episodio de Jn 8,1-11, la mujer es pillada en “flagrante adulterio”. Jesús no condena. Pero no habría estado de más aludir, aunque fuere sin condenar, al hombre, ya que el adulterio se hace entre dos. Esta visión era demasiado para un hombre de aquel contexto social.

Texto: Mt 19,1-12: «Cuando terminó estas palabras, pasó Jesús de Galilea al territorio de Judea del otro lado del Jordán. Lo siguieron grandes multitudes y él se puso a curarlos allí. Se le acercaron unos fariseos y le preguntaron para tentarlo: -¿Le está permitido a uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera? Él les respondió: -¿No habéis leído aquello? Ya al principio el creador los hizo varón y hembra (Gen 1,27) y dijo: “Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos un solo ser” (Gen 2,24). De modo que ya no son dos, sino un solo ser; luego lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre. Ellos insistieron: -Y, entonces, ¿por qué prescribió Moisés darle acta de divorcio cuando se la repudia? (Dt 24,1). Él les contestó: -Por vuestra obstinación, por eso os consintió Moisés repudiar a vuestras mujeres, pero al principio no era así. Ahora os digo yo que si uno repudia a su mujer –no hablo de unión ilegal- y se casa con otra, comete adulterio. Los discípulos le replicaron: -Si tal es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse. Pero él les dijo: -No todos pueden con eso que habéis dicho, solo los que han recibido el don. Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos por el reino de Dios. El que pueda entenderlo, que lo entienda».

  • El tema del relato es de casuística matrimonial, algo que gustaba mucho a los judíos. El v.12, sobre la “eunuquez” es, sin duda, un añadido que, al pegarlo a este pasaje hay que referirlo a algo distinto a la opción célibe (quizá en su origen fuera algo relativo a esa eunuquez, aunque eso contraviene la sociología de la época que no valora el celibato).
  • El tema de fondo no es el divorcio y sus condiciones, sino algo más del cimiento: por qué despide el hombre siempre, aunque sea el causante de la ruina de la convivencia (como ocurre en el film de Amós GitaiKadosh). Lo es porque se ha concebido la relación matrimonial en parámetros de desigualdad. El tema de fondo es cómo vivir la igualdad incluso en relaciones tan íntimas como las matrimoniales.
  • El evangelio da una pista: quien tiene la fuerza, el hombre, ha de abandonar sus posiciones, a su padre y a su madre, desplazándose al terreno de la parte más frágil, la mujer. Solamente un equilibrado de fuerzas en base a la dignidad es la que puede garantizar una relación saludable. De lo contrario, la relación se resquebrajará. Ese es el querer de Dios para la historia humana: una relación de total igualdad, por encima de géneros.
  • Los que siguen a Jesús han recibido el “don” de entender esto. Si no lo asimilan, quedan desconectados. Pretender seguir a Jesús viviendo en relaciones desiguales es una incoherencia inaceptable.

Aplicación: Una creciente y cuidadosa mentalidad de género. El tema del género, y sobre todo la ideología de género, es un gran fantasma para muchas personas y entidades: Creen ver en ello la disolución de la sociedad, la modificación inaceptable de los planes del Creador y la perversión de la juventud en todos sus niveles. Si se despoja el tema de cargas ideológicas previas, quizá la cosa no sea tan grave y derive hacia algo de corte fantasmal. Se trataría de crear un equilibrio social entre dos realidades que, desde el neolítico, parecen haber estado desequilibradas: los géneros. Volvemos a decirlo: no se trata de una lucha por la supremacía, sino por el equilibrio. El Evangelio, en textos como Mc 10,1ss, parece sumarse a tal movimiento.

El primer ámbito, el más básico, es lograr una igualdad mutua entre géneros desde el lado social: lo que es de todos, ha de ser participado igualmente por todos. La imposibilidad de ciertas culturas y de ciertas mentes para percibir los géneros en una igualdad esencial es proverbial y sigue verdeante. Mientras este paso renquee, hablar de otros es una fantasía. Esta no es la panacea de todos los males sociales, pero abre la puerta a la posibilidad de crecer en igualdad de géneros.

Pero es preciso dar un paso más: se necesita una actitud de cuidado también esencial ya que los dos géneros están amasados en fragilidad y no hay otra instancia de cuidado ajeno a ellos. Cuidar no es un mero acto puntual, es una actitud, una forma de comportamiento continuado, un camino que se va andando. Los géneros necesitan ser cuidados en sus elementos comunes y en su peculiaridad, con todas las variantes. El cuidado allana muchas dificultades que se han instalado en el caminar histórico de las personas.

Puede parecer algo previo que va de sí, pero la vivencia bien relacionada de géneros demanda una dosis continuada de respeto a la diversidad, tanto en orientación sexual, como en opciones de vida. Si hay leyes, normas o costumbres que no incluyen de modo efectivo tal respeto, quedan contradichas por este elemento esencial. El respeto, correctamente situado y discernido, sabe que su valor se mide por su índice de humanidad. Si este indicador no aparece, el respeto puede convertirse en una trampa de desigualdad y de inhumanidad. El respeto mira a la conjunción con el otro, no a su distanciamiento.

Por lo que hace a la comunidad cristiana, sigue vigente el trabajo por salir de “un pecado de injusticia continuada” en el tema de la relación de géneros que aún no se ha sabido asimilar. Esto tiene que llevar a que la mujer entre en la relación de géneros no solamente con la entrada del pensamiento o en órganos de gestión sino en el todo del entramado eclesial.

Fidel Aizpurúa, capuchino

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