No podemos ir a misa, ni siquiera tener una tertulia o fiesta familiar. Nos ha obligado a aislarnos, a distanciarnos, y, en muchos casos, a vivir con miedo y desconfianza.
En estas circunstancias ¿cómo podemos vivir la fraternidad? Nos damos cuenta de que necesitamos a los demás, sean estos familiares, amigos/as o creyentes con quienes vivir la fe. ¿Pero cómo podemos compartir, cómo podemos vivir la cercanía desde la distancia, o cómo podemos ayudarnos mutuamente?
Quizá es el momento de vivir y practicar la sencillez; es decir, echar mano a lo que tenemos a mano, porque es con lo que contamos.
- Cuidar las relaciones en casa. Si estamos viviendo con algún o algunos familiares, hagamos por vivir este tiempo poniendo de nuestra parte lo que podamos por facilitar un buen ambiente, por ayudar, por estar activos/as.
- El teléfono. Nos habíamos habituado cada vez más al whatsapp: mensajes cortos y muchos emoticonos. Fuera para felicitar o para agradecer, para recordar o para informar... Pero este es un tiempo en que no podemos conformarnos con mensajes escritos. Cojamos el teléfono, marquemos el número y hablemos con las personas que nos importan. Cuando queremos compartir cosas personales, que los mensajes escritos no sean una barrera. Hablemos.
- Las video-llamadas. Sean a través del teléfono móvil o a través de otros medios como tablets u ordenadores, tenemos muchas posibilidades de ponernos en contacto con nuestros seres queridos o con aquellos que tienen un nombre en nuestro corazón. Aprovechemos este tiempo para estar de veras con las personas.
- La solidaridad. Estamos en casa pero no estamos solos. Hay mucha gente que está trabajando por otros/as. Aplaudámosles, apoyémosles. Hay mucha gente que lo está pasando mal. Solidaricémonos con voluntariados, con aportaciones económicas, con cercanía humana.
- Y con todo el mundo intentemos ser mensajeros/as de vida.
Carta de Asís, mayo 2020
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