domingo, 17 de mayo de 2020

VIDA HUMANA DE VERDAD

Jesús parece establecer una relación directa entre el amor a Él y el cumplimiento de los mandamientos. Pero Jesús le pide al discípulo que cuanto Él nos manda no sea tomado como una imposición opresora a la que hay que responder penosamente, sino como una manifestación de amor que busca nuestro bien.

La actitud de Jesús es contraria a todo rigorismo. Como dice el moralista López Azpitarte, “toda forma de rigorismo, aunque se justifique con una serie de argumentos racionales, es la consecuencia lógica y una señal manifiesta de que o la persona no ha llegado a conocerse con una cierta profundidad o, sobre todo, de que busca condenar en el otro lo que no desea aceptar de ninguna manera para sí”. Es verdad: algunos que se muestran muy estrictos e inmisericordes con la fragilidad humana sorprenden a veces con debilidades que tenían celosamente escondidas bajo un caparazón de hierro.

La fe, cuando se trata de vivirla sinceramente, nos ayuda a ser honrados y honestos. Eso no significa que no se encuentren ejemplos admirables de coherencia y rectitud entre quienes no se reconocen creyentes. Pero “porque cree en Dios y se siente llamado a su amistad, porque busca la imitación y el seguimiento de Cristo, porque su persona constituye el amor más absoluto de la existencia, el cristiano posee una motivación extraordinaria que no la tendría a lo mejor si buscase solamente la honradez y honestidad de una conducta” Además “el amor impulsa y motiva un estilo de conducta, que resulta válido para todos los hombres y para el cristiano se convierte también en una respuesta agradecida al Señor”.

Por otra parte, la vida de Jesús y su mensaje nos ilumina y nos hace sensibles a valores éticos, que no siempre son fáciles de captar sin esa luz, pero que constituyen un gran bien para la persona y para la humanidad.

En resumen, “vivir cristianamente supone una vida auténticamente humana, y una vida auténticamente humana debe estar ya muy cercana a la fe. Si esta no cambia los valores éticos, sí produce un nuevo estilo de vivirlos en un clima de libertad y relaciones familiares con Dios. Este aire de familia crea una connaturalidad en el conocimiento del bien, que lleva incluso a la superación de la moral”.

Efectivamente, muchos hombres y mujeres han encontrado en la fe una palanca para su estima de todo lo humano y para su entrega generosa a cuanto signifique dignificación y humanización.

Iñaki Otano

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