Todo está relacionado. Afirmación científica y teológica
Que todo está relacionado es una afirmación científica y teológica a la vez. Desde un punto de vista teológico preferimos hablar de creación en vez de naturaleza, pues la “creación tiene que ver con un proyecto de amor de Dios”. Los relatos del libro del Génesis insisten en nuestro origen común. Haciendo descender a todos los seres humanos de Adán y Eva nos están indicando los lazos de fraternidad universal que nos unen. Pero no sólo a los seres humanos, sino también a todo lo que existe, pues todo tiene un origen común en Dios: “…siendo creados por el mismo Padre, todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde” (LS 89). “Todo está relacionado y todos los seres humanos estamos juntos como hermanos y hermanas en una maravillosa peregrinación, entrelazados por el amor que Dios tiene a cada una de sus criaturas y que nos une también, con tierno cariño, al hermano sol, a la hermana luna, al hermano río y a la madre tierra” (LS 92, cf. LS 220)
Esta visión teológica se corresponde con la visión científica. Hoy día, los científicos están de acuerdo en que todo el universo tiene su origen en un único evento, el Bing Bang, y que en el planeta Tierra las especies fueron surgiendo por diferenciación progresiva a partir de troncos comunes. La ecología es una ciencia biológica que estudia las relaciones entre los organismos vivientes y el ambiente donde se desarrollan. Y esta ciencia nos dice que los distintos componentes del planeta –físicos, químicos y biológicos– están relacionados entre sí, que ni siquiera los átomos o las partículas subatómicas se pueden considerar por separado, y que “también las especies vivas conforman una red que nunca terminamos de reconocer y comprender. Buena parte de nuestra información genética se comparte con muchos seres vivos” (LS 138).
Consecuencias de esta visión para nuestra vida
Si todos los seres somos parte de una gran familia, quiere decir, en primer lugar, que “no podemos entender la naturaleza como algo separado de nosotros o como un mero marco de nuestra vida. Estamos incluidos en ella, somos parte de ella y estamos interpenetrados” (LS 139). No estamos por encima de las demás criaturas sino junto a ellas, como hermanos. Dependemos de la naturaleza pero, al mismo tiempo, por nuestra capacidad de sentir, pensar, amar y adorar (Boff), somos responsables de ella.
Esta visión de todos los seres de la creación, interdependientes y emparentados, formando parte de una sola familia, nos lleva ineludiblemente a reconocer el valor de cada cosa, del ser humano en modo especial, y a tener con todas las criaturas, humanas o no, una relación de respeto y de cuidado. Porque todo está conectado “no puede ser real un sentimiento de íntima unión con los demás seres de la naturaleza si al mismo tiempo en el corazón no hay ternura, compasión y preocupación por los seres humanos. Es evidente la incoherencia de quien lucha contra el tráfico de animales en riesgo de extinción, pero permanece completamente indiferente ante la trata de personas, se desentiende de los pobres o se empeña en destruir a otro ser humano que le desagrada (…). Por eso se requiere una preocupación por el ambiente unida al amor sincero hacia los seres humanos y a un constante compromiso ante los problemas de la sociedad” (LS 91). “Cuando no se reconoce en la realidad misma el valor de un pobre, de un embrión humano, de una persona con discapacidad –por poner sólo algunos ejemplos–, difícilmente se escucharán los gritos de la misma naturaleza” (LS 117). Aunque “también es verdad que la indiferencia o la crueldad ante las demás criaturas de este mundo siempre terminan trasladándose de algún modo al trato que damos a otros seres humanos” (LS 92), porque el corazón humano es uno solo. “El auténtico cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás” (LS 70).
Dado que todo está íntimamente relacionado, el Papa propone tener una visión integral de la ecología que incorpore claramente las dimensiones humanas y sociales (LS 137). Y por eso, para afrontar la llamada crisis ecológica, que no es sólo una crisis medioambiental, sino que es también una crisis social, cultural, ética y espiritual, el Papa argumenta que no basta con las aportaciones de la ciencia y de la tecnología, sino que es necesario un diálogo entre las ciencias exactas, sociales y humanas, entre la economía y la política, entre las ciencias y las religiones y entre las religiones entre sí. Porque “los conocimientos fragmentarios y aislados, pueden convertirse en una forma de ignorancia si no se integran en una visión más amplia de la realidad” (LS 138). En ese sentido es necesario integrar la visión científica con la mirada contemplativa, capaz de captar la realidad como misterio que no se puede dominar. Y el Papa pone como modelo de esta mirada contemplativa a San Francisco de Asís.
Porque todo está relacionado existe un vínculo profundo entre las grandes cuestiones globales y las pequeñas acciones de nuestra vida cotidiana, como son el consumo, el uso de la energía, el tratamiento de los residuos, etc. Con nuestro estilo de vida podemos ser parte del problema o de la solución. Promover un desarrollo sostenible y solidario necesita de un estilo de vida, asentado sobre el cuidado, la compasión, la sobriedad compartida. Y necesita también de unas instituciones sociales sanas porque “cualquier menoscabo de la solidaridad y del civismo produce daños ambientales» (LS 142).
Hno. Vicente Felipe, ofm
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