Sin embargo, a Tomás le quedaban rescoldos de los buenos momentos vividos con sus compañeros, tenía cierta nostalgia que le llevaba a volver. Los valores, en sus diversas modalidades, que se aprenden en la familia, en las actividades educativas, en los grupos de amistad y en las relaciones sociales producen su efecto a la larga, aunque en determinados momentos parezcan olvidados.
La experiencia de Jesús resucitado hizo resucitar a la comunidad de su postración y miedo. Los discípulos no pueden ocultar su emoción y proclaman lo que han vivido. Hemos visto al Señor.
Pero Tomás no estaba allí y, cuando viene y se lo dicen, no se lo cree. Tremendo desengaño para la comunidad que no ha sabido transmitir su entusiasmo. Así es la decepción de muchos padres y maestros que ven que sus hijos o sus educandos permanecen escépticos e incluso agresivos ante lo que para ellos es la razón de vivir. “¡Tonterías, niñerías!”, tienen que escuchar a veces de boca de los que más quieren. O simplemente aceptar como respuesta el silencio y la indiferencia.
Tomás necesita tocar a Jesús. Nosotros y nuestros escépticos también. Ser de Jesús no se puede reducir a unos rezos. Hay que tocarle y palparle en los necesitados de ayuda. Al mismo tiempo, seguir anhelando, pidiendo a Dios y trabajando con humildad y paz para que nos una el ¡Señor mío y Dios mío! Creer nos hace bien a todos. Pero tenemos dudas. En todo caso, en medio de esas dudas, Dichosos los que crean sin haber visto.
Iñaki Otano
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