Desde que aprendí que muchos de los relatos del Evangelio al escribirse muchos años después vienen con una carga más simbólica que histórica, no me ralla el pensar que este es uno de ellos, y que para que se cumpliera la escritura los evangelistas hicieron que Jesús se subiera en un sencillo borriquillo y entrara en la gran ciudad o quizá fue Jesús el que así lo decidió. Sea de una manera o de otra me parece tan peculiar esa entrada en Jerusalén como la que nos toca este año. Peculiar, simbólica y llena de contrastes: aquella fue escogida, esta es obligada. Aquella fue entre el alboroto de la gente, esta es en silencio. Aquella fue tumultuosa y en esta cada un oen lo más hondo de nuestra alma la caminamos solos. Pero tanto en aquella como en esta llegamos hoy a Jerusalén.
La gente necesitaba un signo por parte de Jesús: que entrase de una vez por todas victorioso, como el rey y como muestra de aceptación de este Rey, que la gente lo aclamara y cuantas más aclamaciones más convencidos estaban sus discípulos de que ahí llegaba la liberación del pueblo de Israel. Todo aún tenía que tornarse de otro modo, aún estaba todo por resolver y precisamente no seguiría como ellos lo deseaban.
El silencio reina en nuestras calles, la muchedumbre está cada una en su casa y la naturaleza nos lo agradece mejorando y ¿dentro, cómo estamos por dentro?
Si no ha habido en estos días una situación que especialmente te lo impida porque tu vida esté ahora mismo a jirones y eres uno de los que como yo aún tenemos que dar gracias por todo aunque estemos en casa, no lo dudes, agarra tu pollino y adéntrate en la Jerusalén verdadera que cada uno tenemos en nuestras entrañas y atraviesa cada uno de los días de esta nueva experiencia, porque desde luego, experiencia…es.
Jesús sí que sabía bien lo que a partir de montarse en ese jumento le esperaba. No lo sabía con detalles, ni conocía el cómo ni el cuándo pero que su final estaba cerca sí lo sabía. Nosotros sabemos el final de este confinamiento está cerca, al menos más cerca que ayer.. No sabemos cómo será nuestra liberación ni cuándo, pero sí sabemos que viviremos la Pascua, la Resurrección, el encuentro con nuestras familias y nuestros amigos, aunque algunos ya estén en la otra Jerusalén, entonces, todo es ganancia, como decía San Pablo.
Nos encontraremos en pocos días partiendo el Pan, rezando entre los olivos de nuestros recuerdos, tomando la Cruz de la lejanía física de los que más queremos, muriendo a nuestros deseos pero con una esperanza infinita de que lo mejor está por venir. Definitivamente este año sí que caminamos hacia la Pascua.
Clara López
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