jueves, 9 de abril de 2020

JUEVES SANTO: HAZ DE LUZ EN NUESTROS PIES

En la celebración litúrgica del Jueves Santo se incluye el relato principal de este día: el lavatorio de los pies. Está muy bien que un día al año la celebración mire a los pies, a nuestros pobres pies que, algunos de nosotros, cuidamos tan poco. Son humildes, no protestan, pero ¡qué necesarios son! ¡Cómo nos acordamos de ellos cuando tenemos un esguince o una ampolla!

Los pies tienen su lenguaje, como el rostro, aunque sea este en el que casi siempre nos fijamos. Los pies hablan más libremente y no controlan tanto lo que queremos ocultar. Los pies dicen cuando se orientan hacia fuera que estamos impacientes, cuando se cierran sobre ellos que no queremos saber nada con el otro, cuando reclaman descanso que ellos también son “humanos”. Tendríamos que aprender a entender el lenguaje de nuestros pies.

Para Jesús que lava los pies a los discípulos, los pies de sus amigos son como su persona, merece ser cuidada y amablemente tratada. No tiene inconveniente en doblarse hasta llegar a ellos porque lavándolos y secándolos es como si bañase a toda la persona. No le importa tocar la suciedad que se les ha pegado del polvo del camino, porque han compartido caminos como quien comparte vida.
Francisco de Asís hacía algo parecido con sus hermanos. Por eso aseguraba que “tiene uno que enorgullecerse de tener un cargo como si le encargasen lavar los pies a los hermanos y deberían pensar que es mejor que le quiten el cargo que el que lo aparten de lavar los pies a los hermanos”. Él sí que lo tenía claro: “el hermano menor ha de estar siempre disponible a los pies de sus hermanos”, decía muchas veces.

Este gesto de Jesús que nos narra san Juan tiene una significación muy profunda: anticipa el gran gesto de servicio que es la muerte del Señor. Si no se entiende que lave pies (¡cuánta dificultad tiene Pedro!), menos se entenderá el gran servicio de su muerte. Por eso, si celebras hoy a este Jesús que lava los pies, tus pies, estás ya celebrando la muerte y resurrección de Jesús.
Habríamos hoy de reconciliarnos y mirar con amor nuestros pies y los de nuestros amigas y amigos. Es como acoger su vida, como decirles: tus caminos me importan, quiero que las sendas de tu vida no se me sean ajenas, me interesa saber tus senderos para hacerlos también míos. Que nuestros pies, humildes y callados, sean haz de luz que nos enseñen el amor.

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