martes, 28 de abril de 2020

¿QUÉ DICEN LOS EVANGELIOS SOBRE LA ORACIÓN?

Podría pensarse, de salida, que los evangelios hablan mucho sobre la oración. Pero, como hemos dicho, no son primariamente un libro religioso, sino de relaciones. Por eso, hablan de la oración moderadamente. Con ello, quizá, se esté queriendo decir que hay otros elementos en la vida cristiana con los que hay que contar (la economía, la justicia, la dignidad).

Jesús, no cabe duda, ha sido una persona que ha orado. Lo hacía por necesidad, para descubrir en su vida el camino que el Padre le iba marcando. Por eso ora en la noche, “cuando está todavía oscuro” (Mc 1,35). La oración en la noche y en descampado tiene un componente de dureza: las opciones de Jesús a las que le empuja el Padre no han sido fáciles (Mt 15,21-28).
  • Lo más importante de la oración de Jesús no es la cantidad sino la confianza (Mt 6,7). Si uno reza mucho y cree que eso le hace acreedor del beneficio de Dios, ora como los paganos. Si ora con confianza, aunque lo haga en silencio, percibe a Dios cerca de él.
  • La oración ha de ser “en lo escondido” (Mt 6,6), porque tiene el peligro de quedarse en lo externo, en el espectáculo. No hay que alardear de la oración.
  • La oración no garantiza nada, no hace a Dios deudor de uno (ni tampoco los santos). Porque decir “Señor, Señor” no es garantía de nada (Mt 7,21). La cuestión no es tanto la oración, sino la solidaridad y la justicia.
Podría sacarse falsamente la conclusión de que la oración no es importante. Nada de eso: es un dinamismo para la justicia, para la buena relación. Porque si orando nuestra relación con los demás es mala, algo no va bien. La oración tendría que hacernos más proclives al dolor ajeno, al diálogo, a la paciencia, al acompañamiento. Y, desde luego, hacer una defensa a ultranza l rito orante como algo que no se puede cambiar no parece derivarse del comportamiento de Jesús. Es algo que nos hemos inventado nosotros.

Texto: Lc 11,1-4: «Cuando oréis decid: Nuestro abba, hondamente humano, confiadamente te pedimos que amanezca la buena relación, que tu querer de amor envuelva todo en amor. El pan de la solidaridad sea hoy nuestro pan y el perdón que nos damos sea el lenguaje de tu perdón. Que la esperanza nos haga fuertes».

Sabemos que el padrenuestro se inspira en el Qadish judío. Como lo rezamos tanto, tenemos el peligro de hacerlo rutinariamente. Vamos a leer su trasfondo, por eso damos una versión libre del mismo:
  • Abba es el grito de la filiación (Rom 8,15): querido padre. Y es padre común, nuestro. Es “del cielo”, es decir, no como los padres de la tierra que son autoritarios (Jesús tiene a la figura del padre entre ceja y ceja). Un padre común, cariñoso, de nuestro lado, con nosotros.
  • El nombre de Dios se santifica en el marco de lo humano, no fuera de él. Es santo siendo humano en profundidad, acompañando nuestros caminos.
  • Cuando se pide la buena relación se está pidiendo la venida del reino, porque éste es, básicamente, una relación nueva, la fraternidad soñada.
  • La voluntad de Dios es que todo quede envuelto en amor, que el amor sea la medida de la realidad.
  • El pan de verdad, el de hoy del mañana, no puede ser el pan del egoísmo, sino el de la solidaridad, el pan compartido, el pan común.
  • El perdón que perdona, el rostro que perdona, revela el rostro de Dios (Gen 33,11). No perdonamos para que Dios nos perdone, sino para que su rostro se haga visible y creíble entre nosotros, para tener la certeza de que él nos mira.
  • La tentación es la desesperanza. No caer en ella haciendo acopio de esperanza entre los humanos, siendo siempre semilla de esperanza.

No estamos acostumbrados a orar con la tierra, no la hemos hecho lugar de oración. De esta manera ora el papa Francisco al final de la Laudato Si’:

Dios omnipotente,
que estás presente en todo el universo
y en la más pequeña de tus criaturas,
Tú, que rodeas con tu ternura todo lo que existe,
derrama en nosotros la fuerza de tu amor
para que cuidemos la vida y la belleza.
Inúndanos de paz, para que vivamos como hermanos y hermanas
sin dañar a nadie.
Dios de los pobres,
ayúdanos a rescatar
a los abandonados y olvidados de esta tierra
que tanto valen a tus ojos.
Sana nuestras vidas,
para que seamos protectores del mundo
y no depredadores,
para que sembremos hermosura
y no contaminación y destrucción.
Toca los corazones
de los que buscan sólo beneficios
a costa de los pobres y de la tierra.
Enséñanos a descubrir el valor de cada cosa,
a contemplar admirados,
a reconocer que estamos profundamente unidos
con todas las criaturas
en nuestro camino hacia tu luz infinita.
Gracias porque estás con nosotros todos los días.
Aliéntanos, por favor, en nuestra lucha
por la justicia, el amor y la paz.
  • Se ora al Dios presente en lo grande y en lo pequeño: Dios dentro.
  • Quien ora ha de cuidar la vida y la belleza. No se puede orar sin ese anhelo que descubrimos hoy
  • Para ello hace falta un corazón pacificado, inundado de paz.
  • No se ora solo por la tierra, sino también por los pobres que la habitan, sobre todo.
  • Hemos de rezar para sanar nuestro corazón de depredadores, para convertirlo en corazón que admira y contempla.
  • Aprender orando el valor de cada cosa y que estamos profundamente unidos con todas las criaturas.
  • Necesitamos aliento para vivir en la justicia, el amor y la paz.
Fidel Aizpurúa, capuchino

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