viernes, 10 de abril de 2020

VIERNES SANTO: HAZ DE LUZ EN NUESTRAS HERIDAS

Hoy es Viernes Santo, día en que el centro lo ocupa el recuerdo amable de la pasión de Jesús, su entrega total y generosa. La persona de Jesús es alguien con heridas, porque no es fácil amar sin heridas. Sus manos y pies heridos, su cuerpo despreciado son el signo de un amor loco, el amor de quien dejaba las 99 ovejas en el monte e iba en busca de la perdida.

Efectivamente, todos sabemos que es casi imposible amar sin recibir alguna herida. Ya lo dijo el poeta: “¿Qué sabes tú de la desdicha de amar?”. Porque amar es fuente de alegría, pero, a veces, la pena y la herida alcanza el corazón. Es cierto lo que dicen que dijo Alfonso X el Sabio: “Más vale sufrir pasión y dolores que andar sin amores”. ¡Si lo dijo él, que era sabio!

Por eso ocurre que la pasión de Jesús, aunque tenga un lado sufriente, es un haz luminoso: ilumina la hermosa realidad del corazón entregado, la certeza de que las entregas tienen un valor en sí mismas y que nunca se pierden. ¡Qué bien lo dijo Marina Rosell: “¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón”! La pasión de Jesús nos dice, una y otra vez, que nunca demos por perdido todo, que siempre puede haber una pequeña luz en medio de las sombras. Por eso es un pasión para la esperanza, para la luz.

Todos llevamos en nuestra mochila personal una serie de pequeñas o no tanto heridas relacionales. A veces nos hacemos daño. La pasión de Jesús nos empuja a no desistir en el bien. San Francisco solía decir: “Si alguien no puede amar a su prójimo, procure no hacerle mal, sino bien”. Hacer el bien, lo sabemos, es la mejor lámpara para nuestra vida, aquella que puede sacarnos muchas veces de la oscuridad.

Cuando recuerdes este día la Pasión del Señor que no te abandone un sentimiento de alegría porque no se está recordando un fracaso, sino un triunfo del amor. De ahí que has de tener la certeza de que tus heridas no son el horizonte, sino que te espera, como una patria, la tierra del amor. La entrega de Jesús, haz vivo de luz, es la que mantiene en nosotros viva esta certeza.

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