sábado, 7 de marzo de 2020

APRENDER EL SILENCIO DE LA CRUZ

Así se podría entender la tarea espiritual de esta Cuaresma porque aprender la cruz no es cosa ideológica, sino trabajo de amoroso ahondamiento. El silencio se hace imprescindible para esa contemplación.

La cruz es silencio que grita la injusticia. Porque injustamente fue condenado quien hizo el bien y porque el silencio es el entorno de su muerte, una vez apaciguado el alboroto de la condena. Por lo que la cruz, las cruces, han de sentirse primeramente como injusticia y el rechazo de la cruz como respuesta correcta a quien injustamente ha sido puesto en ella.

La cruz de Jesús es silencio que se entrega sin gloria. Porque nadie agradeció ni alabó a Jesús por su muerte. Eso vino después. No fue una muerte rodeada de gloria sino de exclusión y de injuria (le hacían coplas: a ver si viene Elías…). La ausencia de gloria de los crucificados es su mejor carta de presentación: no querían gloria, querían justicia. Y no la hubo.

La cruz de Jesús es silencio que no reprocha a quien no ama. Es el amor sin esperanzas, sin demanda de recompensa y, por lo tanto, sin reproche (“no saben lo que hacen”: Lc 23,24). No se tomaron las opciones que llevaron al desastre para recibir premio, sino por amor. Y cuando no ha habido respuesta de amor, el amor sigue vivo y no reprocha.

La cruz de Jesús es un fracaso. Porque terminar una relación humana con una muerte violenta es un fracaso. No es un mártir glorioso porque el martirio nunca es glorioso, sino humillante. Jesús llega a morir como un fracasado. Hundirse en ese fracaso para hacer ver que ese camino no es el que los humanos habrían de seguir es su triunfo.

La cruz de Jesús cuestiona los infiernos. Porque ella misma es un infierno y, desde ahí, hace visible la insensatez de todo infierno humano y divino. Por haber sido infierno y haber bebido el cáliz de su contradicción, desautoriza todo infierno, despoja de razón de ser a toda opresión generadora de relaciones infernales.

La cruz de Jesús es bálsamo para las vidas heridas. Porque tales vidas están afectadas en mayor o menor medida de la ponzoña de la cruz. Si Jesús bebió esa ponzoña y, creemos, salió vivo, es que se puede superar el veneno de las heridas humanas con el bálsamo del amor callado.

Cuaresma 2020

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