Todos estamos deseando escuchar la gran noticia por parte del gobierno del día que podamos salir de nuestras casas. Será la gran liberación y yo no me excluyo de ello. Pero ¿qué tal ir ya experimentando hasta que llegue esa noticia la gran liberación de sentirse en casa? Y como en otras entradas he escrito, no me refiero a situaciones donde las casas en estos días no pueden ser hogares por causas variopintas. Con gran respeto y tristeza sé que estas líneas quedarían incluso frívolas para ciertas realidades. Pero de momento, muchos de nosotros estamos viviendo cada día deseando y agradeciendo que sea y haya sido un día más, un día que suma en este encierro y un día que ya resta para vernos pronto. Ahí, en estas situaciones es donde el profeta Ezequiel nos dice que Dios puede sacarnos de nuestros sepulcros y donde Jesús puede “quitarnos la losa”.
Este silencio de las calles gracias a la falta de ruidos procedentes de los coches ya inexistentes y de la escasez de viandantes ha sido inundado por el trinar de pájaros que antes ni podía reconocer (y yo vivo en la ciudad, nadie piense que tengo delante de mí un idílico paisaje). Mis sesenta metros de casa se están convirtiendo aún más en mi hogar porque es el que me protege y día a día confirmo que tengo más capacidad de llevar la situación de lo que me hubiera imaginado e incluso de lo que me imaginé hace ya unos veinte días cuando comenzó todo esto.
En mi propio hogar se me está quitando la losa de mi sepulcro y estoy experimentando como Dios me lleva a Israel, a la Tierra Prometida. Y para esto me ayudo de muchas cosas: duermo mucho, cocino, hablo mucho con mi gente, veo cosas en la tele que me agradan que me ayudan a pasar las horas del día, ejercicio moderado, trabajo… ¿puede haber algo más mundano o más terrestre? Pero creo que es la parte que a mí se me pide en esta experiencia de desierto. Si estoy bien, mi mente se mantendrá estable y mis defensas no se vendrán abajo por lo que estaré más fuerte frente al ataque del bicho. Por tanto, ya estoy ayudando. No quiero que alguien tenga que decir como a Jesús en el Evangelio: “Maestro, lleva ya cuatro días muerto”. Estoy viva y bien viva y pienso seguir estando en la medida en la que dependa de mí.
Última semana de Cuaresma. El próximo domingo… de Ramos y entraremos con Jesús en Jerusalén cada uno desde su hogar, desde donde se están librando hoy en día las batallas más importantes de este tiempo que nos ha tocado vivir. Pero hasta entonces no hagamos de estos días un sepulcro. Si sigues en casa con todo en orden y con tus seres más queridos luchando como tú, cuenta con la gran noticia de que nuestros sepulcros están abiertos porque más que nunca estamos viviendo en Espíritu y en Verdad. Un fuerte abrazo.
Clara López
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