Y si esa dinámica de interrelación es así, entonces mi alegría puede contagiar alegría a los otros, y la esperanza que uno siente también puede alcanzar a los demás, y el amor que ponemos en cada uno de los detalles se expande irremisiblemente; y la ternura que se escapa de nuestras manos no sólo llega al que tengo al lado; y la compasión que me nace ante la debilidad del otro fluye por mi ciudad. Es como si la sintonía de cada uno, se expandiera por el mundo e hiciera vibrar a los demás con la misma longitud de onda. Evidentemente esto también ocurre con la negatividad, de ahí la importancia de sumar en positivo.
Al estar pensando estas cosas, me venía a la mente que si nuestra disposición aporta tanto a los demás, cuánto más hará la de Dios. Cómo su amor, su cuidado por nosotros se transmite al mundo e influye en él, como el aire que nos da vida, o el sol que nos alumbra y calienta. Así se nos puede hacer presente el Padre en nuestra vida, dejando que su amor inunde cada rincón del planeta, que su aliento anime a cada ser vivo, que su esperanza nos llegue dentro, a cada corazón de cada persona. Y esperando a que, si es acogido, sea fecundo.
Javi Morala. capuchino
Me encanta la reflexión.
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