martes, 3 de marzo de 2020

EL RUIDO QUE NO CESA

Vamos ciegos y perdidos bajo un diluvio de datos en el que vivimos un guirigay gritón y confuso que aturde al más templado que nos hace incapaces de interpretar y valorar la información más básica. Es preciso zafarse de tal presión, aun con el precio de parecer desinformados, de que no estamos a la última.

Hacemos muchas cosas a la vez. Es la multitarea. Miramos el móvil, comemos, estamos con otros y respondemos malamente a sus cuestiones, comentamos la actualidad, mandamos un guasap, miramos la tele encendida, todo a la vez. Vamos a una reunión importante y plantamos el móvil sobre la mesa: eso está ahí, lo atenderé. Estamos en una reflexión y por lo bajo consultamos nuestros emails o guasaps. Todo a la vez, múltiple dispersión. El silencio de una cosa cada vez puede ser algo a considerar.

Nos tragamos con facilidad cualquier embuste. Es lo que tiene el ruido. Somos lentos para discernir las falsedades, para desarrollar un espíritu crítico y movernos por la selva de noticias falsas. El silencio puede ayudarnos a diferenciar entre lo que es un dato y una opinión (47 mujeres muertas en 2018 es un dato; pensar, sin verificar, que en las denuncias de las mujeres puede haber quien haga denuncias falsas es una opinión).

Si no estás en Netflix no estás en el mundo: Así te lo espetan a la cara las jóvenes generaciones. Para ello, vivir es estar conectados a Netflix valorando lo barata que resulta la conexión. El silencio nos lleva por otros derroteros (por el disfrute de libros como del Irene Vallejo, El pensamiento en un junco).

El silencio puede ser, también, un enemigo: Dice Olga Rodríguez de eldiario.es: «El silencio es el mayor enemigo de la verdad, de la memoria, de la justicia, pues solo con la palabra, con el recuerdo, con la denuncia, puede reivindicarse a las víctimas, señalar a los verdugos y evitar que el infierno ocurrido vuelva a repetirse. Por eso hay que hablar sobre los crímenes y el dolor de las guerras, para intentar hacer entender qué pasa en ellas. Por eso, el silencio, como indiferencia, es criminal». Tiene razón, pero también dice esta misma autora: «Hay un silencio que actúa como la expresión más elocuente cuando no hay significante capaz de dar forma a lo que se quiere explicar». Dos facetas de la misma realidad.

Cuaresma 2020

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