miércoles, 4 de marzo de 2020

EL JESÚS DE LA PASIÓN: UN JESÚS EN SILENCIO

«Mas Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios (Mt 26,33)…Y al ser acusado por los principales sacerdotes y los ancianos, nada respondió (Mt 27,12)…Entonces Pilato le dijo: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti? (Mt 27,13)…Pero Jesús no respondió nada más; de modo que Pilato estaba asombrado (Mc 15,5)…Y le interrogó extensamente, pero Jesús nada le respondió (Lc 23,9)…Entró de nuevo al Pretorio y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Pero Jesús no le dio respuesta (Jn 19,9)».

Pocas veces se subraya el silencio de Jesús en las horas amargas de la pasión. Es un silencio por fuera, aunque su interior sería un hervidero de sensaciones, preguntas y dolor (San Francisco de Asís lo ha retratado muy bien en su “oficio de la pasión”). Mudo por fuera, hirviente por dentro.

Interpelar a Jesús por “el Dios viviente” es hacerlo por el Dios que le hace vivir, por el que es su “abbá”. Ese Dios es el que sella sus labios para hacer ver que es condenado a contrafuero: toda su vida orientada a Dios y se le condena por Dios.

Todas las obras hechas en favor de la persona no han logrado ser argumento suficiente para desvelar que Jesús es el Hijo, el revelador del amor del Padre. Por eso, preguntarle ahora que está encadenado no servirá de nada. No hay intención de aceptarlo como desvelador del Dios que está a lado de los pobres. Por eso, silencio ante quien tiene ya una postura tomada previamente.

El sistema acusa a Jesús (sacerdotes principales y ancianos), el poder religioso y el poder social. ¿Es mejor el silencio o la réplica? Jesús opta por el silencio porque, tal vez, ha llegado a la convicción de que con el poder no hay nada que hacer (¿no era esa sensación la que se deducía de Lc 16,19-31, la parábola de Lázaro y el rico?).

Se testifica contra quien se entrega. Ese es el rostro extraño del mal que anida en el corazón: se hace daño a quien te ama. No tiene explicación. Jesús tampoco la encuentra. Por eso calla.

Pilato, gobernante, pagano y juez, se asombra del silencio de Jesús. Él había dicho muchas veces: “cuando os detengan, no preparéis vuestra defensa” (Mc 13,11). Jesús utiliza la defensa del silencio del justo, la que han empleado quienes no han podido hablar, quienes sabían que era inútil hablar porque las posiciones estaban fijadas de antemano, sobre todo si uno era pobre y no tenía amparo legal. Ese es el caso de Jesús.

Pilato le interroga “extensamente”, aunque tenía fama (como dice Filón) de hacer juicios demasiado rápidos (de hecho, el proceso de Jesús es sumarísimo, no dura ni un día entero). Por eso no sabemos la “extensión” del interrogatorio, ni los resultados. El testimonio de Jesús es el de los pobres que dejan rastro jurídico. Por eso, el tiempo (que es la mortaja de los pobres) se ha comido su testimonio. Para que lo veneremos en su mudez, no en su (posible) elocuencia.

Preguntar a Jesús a estas alturas “¿de dónde eres?” está indicando que no se ha conectado para nada con la propuesta de Jesús. Mientras uno esté sentado “en el Pretorio”, aposentado en el poder, la mejor respuesta es el silencio. Por eso se nos queda mudo lo de Jesús, porque le interrogamos desde posturas que no han elaborado el tema del poder. El silencio de Jesús es una andanada sobre la línea de flotación del poder.

Cuaresma 2020

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