domingo, 22 de marzo de 2020

CUARESMA Y CUARENTENA

Dos palabras que comienzan por las mismas letras y que este año han venido de la mano. Y pocos lo imaginaban, pocos lo esperaban. El miércoles de ceniza no sólo trajo la penitencia de todos los años, las promesas que se repiten, las abstinencias y ayunos a veces mal entendidos sino que este año, en secreto, a escondidas traía una experiencia de la mano que hoy en día a todos nos toca vivir. Y lo hacemos sin distinción de sexo, ni de clase social, ni de estudios… lo hacemos todos porque ha llamado a la puerta de todos.

La Cuaresma ha traído este año consigo una compañera muy especial pero que no hace otra cosa que subrayar aún más el sentido que desde hace años le doy a la Cuaresma y que le enseño a mis alumnos en la clase de religión. La Cuaresma, con sus 40 días es el “tiempo necesario para tener una experiencia personal de Dios”. Poco me importa que sean 40 días o 40 años, es el tiempo necesario para … ahora nadie nos puede dar una cantidad de días que va a durar esta cua… resma, esta cua…rentena, sólo sabemos que va a ser el tiempo necesario para que seamos foco de contagios de una nueva vida. Porque este año sí que vamos a celebrar la Pascua, el Paso de la muerte a la vida, del encierro a la libertad como el pueblo hebreo. Este año sí que sabemos que tenemos una Tierra Prometida y a ella avanzamos cada día que pasa. Y para todo esto no hay otro lugar que el desierto de nuestra vida pero sin connotaciones negativas. El desierto de lo cotidiano, más cotidiano que nunca, el desierto de lo conocido, porque el territorio es mi casa, mi hogar, donde han nacido nuestros hijos, donde hemos vivido las experiencias más profundas. Así que es el tiempo propicio para ceñirnos la cintura y celebrar. Porque más que nunca la Pascua es una realidad y sabemos dónde está y más que nunca, si lo sabemos aprovechar sabemos que marchamos hacia la libertad y que hay una Tierra que se nos ha prometido y que nos está esperando.

Y lo hacemos con Luz, con la misma que le fue regalada al ciego del Evangelio de este domingo, ese que necesitó ir a lavarse a la piscina de Siloé después de encontrarse con Jesús, el Enviado. También nosotros somos ahora los enviados, portadores de la Buena Noticia de que una nueva humanidad es posible, la que rinde culto a Dios en Espíritu y en Verdad desde el seno de cada una de nuestras casas.

Clara López

1 comentario: